Establecer cual el estado de la conversación constitucional sobre una Irlanda unida presenta dificultades. El tema parece estar en todas partes, pero algunos sugieren que no está ocurriendo realmente.
Los niveles de interés no son sorprendentes a la luz del Brexit y del clima político posterior. Irlanda del Norte tiene una opción de reingreso en la UE, y sería extraño que no se estuviera considerando. La especulación continúa, con diferentes opiniones y expectativas sobre el proceso y la sustancia, e incluso sobre si las preferencias deben expresarse en absoluto. ¿Hacia dónde pueden ir las cosas?
Es evidente que se ha realizado y se está realizando un trabajo serio, inspirado en la creencia de que esta isla se dirige hacia los referendos. ¿Hay suficiente conciencia? ¿Cómo se podría planificar y coordinar eficazmente?
En primer lugar, existe el riesgo de que se pierda mucho en muchos de los analisis. Debido a la conocida antipatía, los debates recientes han evolucionado desde los márgenes relativos, y en formas y formatos distintos. Las conversaciones cívicas han tenido lugar, a menudo desafiando las etiquetas formulistas. Proliferan los podcasts, los eventos virtuales, las redes sociales y las variedades de salida del tema. El tratamiento ligero puede llevar este tipo de diálogo en la esfera pública a lugares extraños, lo que lleva a una reflexión continua sobre el papel del «conocimiento experto» en estos temas.
Sin embargo, lo más urgente es registrar y reconocer lo que se ha logrado en los distintos lados de la discusión y garantizar que este compromiso democrático y cívico no se pierda en la historia. Es evidente que se ha realizado y se está realizando un trabajo serio, inspirado en la creencia de que esta isla se dirige hacia los referendos. ¿Hay suficiente conciencia? ¿Cómo se podría planificar y coordinar eficazmente?
En segundo lugar, el entorno cada vez más favorable significa que se está considerando más el tema. Las iniciativas de financiación, los proyectos de investigación y una mayor voluntad de compromiso son evidentes. Esto garantizará que las conversaciones sobre la «isla compartida» estén mejor informadas. Lo que es notable es el papel de las universidades y los institutos de investigación asociados. Es difícil interpretarlo como una coincidencia. Empujar el desarrollo de políticas en esta dirección tiene mérito y es comprensible, especialmente para aquellos que buscan avanzar en cuestiones difíciles informados por las intervenciones de los expertos. Los conocimientos disponibles en todas las disciplinas son inestimables y a menudo los esfuerzos pueden continuar en estos entornos de forma silenciosa y poco dramática. Pero este enfoque también conlleva dificultades. Existen riesgos, sobre todo para quienes se preocupan por los procesos participativos abiertos, transparentes e inclusivos.
¿Debe un foro cívico proporcionar el espacio para la presentación de pruebas o lo presidirán grupos de trabajo de expertos? Las recomendaciones, por ejemplo, sobre las asambleas de ciudadanos de todas las islas y un Comité del Oireachtas (Parlamento) resuenan como intentos de dar forma a enfoques más deliberativos. Pase lo que pase, habrá que encontrar una combinación adecuada. Se están haciendo suposiciones -incluso sobre las universidades- que deben ser descifradas. El resultado final serán propuestas detalladas para la reunificación, pero la forma de llegar a ellas es importante.
En tercer lugar, cualquier campaña se centrará principalmente en las posiciones «meta» opuestas y, por tanto, en las opciones permitidas (según el Acuerdo de Viernes Santo): unión o unidad. Se debe prestar la misma atención a las tensiones internas. Aquí es donde puede ser necesaria una gestión más hábil y donde se producirán los debates más intrigantes.
¿Quién vigilará los parámetros? ¿Qué significa, por ejemplo, lo «nuevo» en la Nueva Irlanda para los derechos humanos, la igualdad y la justicia social?
La historia de Irlanda habla del potencial problemático de estas conversaciones. Ya es evidente que muchos entran en este territorio constitucional por sus aspectos transformadores. Se enfrentarán al escepticismo de las clases satisfechas que se inclinarán por la continuidad relativa. Las lecciones están ahí sobre las fuerzas que prevalecen en esta isla en tales concursos de cambio social. Por lo tanto, es prudente vigilar a los guardianes de lo factible y llevar estos debates a la esfera pública.
¿Quién vigilará los parámetros? ¿Qué significa, por ejemplo, lo «nuevo» en la Nueva Irlanda para los derechos humanos, la igualdad y la justicia social? El marco actual marcará las respuestas, y a menudo se descuidan las implicaciones de las obligaciones existentes. Un cambio significativo puede ser difícil de vender en cualquier lugar. Lo que puede ser atractivo en una jurisdicción de esta isla, puede resultar menos atractivo en la otra. La forma en que se resuelvan estas cuestiones será un aspecto clave que habrá que observar de cerca, ya que las generaciones futuras habrán de vivir los resultados prácticos.
Se podría decir mucho más. Estos tres puntos pretenden invitar a un mayor diálogo. Es necesario celebrar la diversa escala del trabajo completado, considerar el debate sobre dónde debe producirse la planificación de una Irlanda unida y reflexionar sobre el estado de la conversación dentro de las posiciones constitucionales. En particular, merece la pena destacar los marcos conceptuales en los que se basan los distintos puntos de vista.
Esto se debe a que gran parte del debate en esta isla se desarrolla con el encomiable espíritu de la planificación cuidadosa, un enfoque moldeado por la deprimente experiencia del proceso del Brexit en el Reino Unido. Hacerlo bien en esta isla también tendrá un impacto significativo en las conversaciones en todas las islas.